miércoles, 19 de marzo de 2014

Rafael Olivera


“Palito”. “Santiago”. Fue el séptimo de 11 hijos. Ex alumno del Colegio del Salvador de Buenos Aires, regido por curas jesuitas. Nació el 16 de abril de 1946 en Capital Federal, barrio de Flores. Su padre Jorge, fue médico higienista del Ejército y su madre Fanny Palacios, sobrina del socialista Alfredo Palacios. De jovencito fue parte de la Acción Católica Argentina (ACA). Recibido de Bachiller ingresó a la Universidad Católica Argentina (UCA) para cursar la carrera de Sociología. Allí la conoció a Nora Rodríguez Jurado (ver su registro) con quien se casó en 1969 y tuvo 4 hijas. Ya graduado partió con su esposa, becado a Alemania, para seguir sus estudios. Volvieron a la Argentina en 1972. Se va a vivir a San Juan donde se desempeña como Profesor de la Universidad Nacional de Cuyo. Abraza la causa peronista y como integrante de la Juventud de dicho Movimiento, realiza trabajo social en los barrios más carenciados de la zona, participando activamente además, en la vida parroquial de la Capilla de Nuestra Señora de Guadalupe. Con su mujer seguían siendo católicos practicantes de misa dominical. Bien dice su hija María del Rosario: “Mi padre era un hombre de fe y creía en la igualdad entre las personas”. Se suma a Montoneros y a fines de 1974 aproximadamente –conjuntamente con su esposa que abraza la misma causa- son trasladados por orden de la organización a Mendoza, donde comienzan a vivir en forma clandestina. El 12 de julio de 1976, al salir de su casa de la ciudad mendocina de Guaymallén, barrio Villanueva, es secuestrado-desaparecido para siempre. Iba en bicicleta cuando se le apareció un tipo escondido que trató de detenerlo, advertido de la maniobra, “Palito” Olivera trató de escapar, pero fue herido en una pierna, golpeado en la cabeza con culatazos y secuestrado en un auto que partió raudamente. El sujeto aquel de la agresión, era nada menos que Ricardo Alberto “Meneco” Olivera, su primo, Jefe de Policía provincial y encargado de la Inteligencia zonal, que revistaba con el grado de Teniente Coronel en el Ejército. Al día siguiente fue secuestrada su esposa Nora y sus cuatro hijas quedaron huérfanas hasta que el abuelo paterno Jorge Olivera (General de Brigada Médico) pudo recuperarlas. Este hombre habló luego con su sobrino represor, para saber la suerte de su hijo e hija política. La respuesta fue escueta: No los busques más. Están muertos”.        

Fuente: http://www.robertobaschetti.com/

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